La vitamina C , también conocida como ácido ascórbico, es una vitamina soluble en agua que se disuelve en agua y se distribuye a los tejidos del cuerpo. Sin embargo, no se almacena bien en el cuerpo y debe consumirse diariamente a través de alimentos o suplementos. Incluso antes de su descubrimiento en 1932, los expertos en nutrición reconocieron que algo en los cítricos podía prevenir el escorbuto, una enfermedad que mató a millones de marineros entre 1500 y 1800.
La vitamina C juega un papel crucial en el control de infecciones y la cicatrización de heridas. También es un poderoso antioxidante que puede neutralizar los radicales libres dañinos. La vitamina es necesaria para producir colágeno, una proteína fibrosa que se encuentra en el tejido conectivo que se entreteje en varios sistemas del cuerpo, incluidos los sistemas nervioso, inmunológico, óseo, cartílago y sanguíneo. La vitamina C también ayuda a producir varias hormonas y mensajeros químicos que se usan en el cerebro y los nervios.
Debido a su función como antioxidante y su rol en la función inmunológica, la vitamina C ha sido promovida como un medio para ayudar a prevenir y tratar numerosas condiciones de salud. Esto incluye el cáncer (tanto la prevención como el tratamiento), las enfermedades cardiovasculares, la degeneración macular relacionada con la edad (AMD) y las cataratas, y el resfriado común.
En términos de prevención del cáncer, la evidencia epidemiológica sugiere que un mayor consumo de frutas y verduras está asociado con un menor riesgo de la mayoría de los tipos de cáncer. Esto puede deberse en parte a su alto contenido de vitamina C. La vitamina C puede limitar la formación de carcinógenos como las nitrosaminas in vivo, modular la respuesta inmunitaria y posiblemente atenuar el daño oxidativo que puede provocar cáncer a través de su función antioxidante.
La mayoría de los estudios de casos y controles han encontrado una asociación inversa entre la ingesta de vitamina C en la dieta y los cánceres de pulmón, mama, colon o recto, estómago, cavidad oral, laringe o faringe y esófago. Además, las concentraciones plasmáticas de vitamina C son más bajas en las personas con cáncer que en los controles sanos.
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